Prólogo
Un día lluvioso, en las afueras de la
ciudad de Portobelo.
A sus casi cien años Henri Leblanc, hijo
de un francés con una mulata, sentado en su mecedora preferida, mira hacia la
profundidad del horizonte del mar Caribe, a escasos 20 metros de distancia. Es
un hombre fuerte para su edad, alto y esbelto, aún conserva algo de su notable
atractivo masculino.
Pero esta no es su más notable
cualidad, él es un médium, uno de los más poderosos; descendiente de una raza
de hechiceros crueles; pero este secreto él no lo sabe, cree que ha sido
heredado de su madre la cual era considerada una bruja de las más poderosas en
los alrededores de Portobelo.
Se siente cansado de la brisa del mar,
se para, camina despacio hacia la puerta, repentinamente se voltea al sentir la
voz de un ser muy cercano que está muerto, no ve a nadie; en ese instante
cierra los ojos y suspira.
Ya arregostado en el sofá, siente que
sus días en este mundo están por concluir pero desea liberar su alma de un
terrible secreto que le atormenta, un hecho que él no vivió pero el espíritu
que lo acompaña se lo ha contado.
Siente una helada ráfaga de viento
entrar en la sala, se estremece por completo,
escucha que le llaman, voltea en medio a la oscuridad y ve como saliendo
de entre las sombras, aparece la silueta de un chico de trece años que se
acerca.
Henri no siente miedo ya que sabe
quién es.
Henri: — ¡Sabes que mi alma te
pertenece!, ¿por qué me sigues atormentando?
La entidad no responde. Y desaparece
como neblina.
Henri suspira, se levanta lentamente.
Estando en su mesa preferida empieza a
escribir parte de su vida. En una nota extensa dirigida a todo aquel que crea en
lo que a continuación narrará.
Carta
de Henri Leblanc
Hola, sé que no me conoces pero si
supieras que sé tanto de cada persona que vive en mi país, y ¿cómo lo sé?, ¡a
través de ellos!, y preguntaras ¿quiénes son ellos?, son comúnmente llamados
demonios, espíritus como desees decirles, tal vez no creerás en lo que te diré
pero lo que contaré es un peso enorme para mi conciencia. He hablado con tantos
de ellos, pero de todos el que más me ha atormentado es …, no diré su nombre
por ahora, ya que decirlo trae maldiciones a todo aquel que lo menciona y queda
condenado a su presencia.
Para empezar me presentaré, mi nombre es
Henri Leblanc, nací hace casi 100 años en la ciudad de Colón, mi padre, según
me contó mi madre, era francés, alto y rubio, pero no supe nada más de él; el
nombre de mi madre era Sophie, una mulata de ojos verdes, descendiente de un
francés y una negra colonense. De muy niño estuve involucrado en lo que es el
mundo de la hechicería ya que mi madre era considerada bruja y heredó muchos
conocimientos de mi abuela, como fui hijo único, mi madre quiso que aprendiese
todo al respecto sobre este arte.
Un buen día mi madre y mi abuela me
llevaron a una reunión muy peculiar. Estaban reunidas algunas de sus amigas;
todo parecía común excepto que había muchos animales y un niño recién nacido;
yo para ese entonces contaba con ocho años de edad y no sabía muy bien para que
era todo eso; al avanzar la noche observé como ellas empezaban a descuartizar
los pollos y bañar a la criatura con la sangre e invocar el nombre de un ser al
cual no puedo mencionar por ahora.
En la sazón de los sacrificios
apareció a mi lado el ser que no debo mencionar, me miró y susurró, — tengo que
contarte algo que cambiará tu vida por completo, desde hoy serás mi confidente,
hasta que mueras, y el día que partas te llevare junto a mí, tienes tanto poder
que no te dejaré ir y serás mi esclavo, y mi mejor amigo.
Desde entonces he sido su prisionero y
su mejor amigo, me ha contado secretos terribles los cuales son imposibles de
creer; pero mi fin está cerca y deseo que ustedes sepan la verdad de todos esos
hechos, ¿cuál es mi intención?, ni yo mismo la sé, solo deseo contarlo: este es
el inicio de una terrible historia de seres despiadados y crueles los cuales
existen en nuestro mundo, y la entidad que me ha acompañado es parte de esa
raza y … ¡Esta es parte de su historia!